Una versión corregida y aumentada de las entradas más recientes.
¿Cuál es el propósito de la educación? Al determinar de manera explícita esta premisa se puede partir hacia la construcción de una política educativa. Sin embargo, en el tema educativo, todos tienen una opinión y algo que decir, sugerir, exigir y reclamar. De esta manera, diversas interpretaciones y puntos de vista se manifiestan de acuerdo a la forma que se considera es la necesidad y propósito de la educación.
En lo que respecta a la política educativa, es similar, se manifiestan diversas definiciones de que es, sin embargo, algunas se quedan cortas y otras se acercan más al meollo del asunto al insertar las palabras “conflicto, competencia y procesos complejos y plurales.
Aunado a esta introducción, la realidad de las sociedades capitalistas sugiere que la educación es de manera específica una escalera social sin la cual, el desarrollo individual no es alcanzable. Por ende, no importa cuál será el detalle de la política, las personas deben pasar por este proceso para ser alguien en sociedad, ser productivos y pasar del estado de oprimido a opresor.
La educación se encuentra sometida a una diversidad de actores que no siempre tienen propósitos en común y que a la vez no tienen idea de que hacen. Las políticas educativas más allá de estrategias sólidas, son hipótesis de trabajo al son de “Veamos si esto funciona” de acuerdo al color político, lo que se estima es el problema y lo que se cree puede lograrse en un tiempo determinado.
El problema educativo se encuentra inserto en el modelo económico y la intención forzada de transformar paradigmas a través de una lucha de clases desfasada, mal comprendida y de interpretación atroz. Estas inacciones ideológicas o quizás propósitos tácitos de la política exacerban el conflicto social, fragmentando la sociedad en pro del beneficio oculto de entidades tras bambalinas.
Podría parecer que, a finales del siglo XX, América latina pasó por un intento de salto paradigmático con las reformas educativas. Honduras quizás intentó llegar a esta celebración a partir de la construcción del Currículo Nacional Básico. Sin embargo, tanto para Honduras como el resto de América latina, reformar las cosas en papel no es lo mismo que actuar sobre lo escrito.
Es como la persona que necesita bajar de peso, compra una membresía de gimnasio, pero nunca va a hacer ejercicio. Sin embargo, paga esa membresía y eso ya es un éxito. Se ha trascendido el paradigma de una certidumbre y esperanza en sistemas educativos idóneos hacia una incertidumbre informada a partir de tropezar en la misma piedra una y otra vez.
Aun con la adopción de los gobiernos de América latina de que la educación es componente central en el desarrollo de la sociedad, temáticas muy fundamentales han quedado por fuera y es el concepto de la cultura y la sociedad. Es decir, las leyes y reglamentos son bonitos para los propósitos demagógicos y de éxito de gestión, pero el salón de clase y la cultura se encuentran diametralmente opuestos, no siempre, pero es tendencia.
Las políticas educativas buscan resolver problemas de décadas alrededor del asunto educativo, desde la descentralización, rendición de cuentas y empleabilidad por mencionar algunos. Empero, en esta política falta la discusión del “Ser”. Quizás este aspecto cualitativo no compete al esquema de las políticas públicas en educación.
Entonces, se actúa por lo que se puede medir, lo que se puede tocar, lo que se puede celebrar. Lo tangible se puede transformar en continuar en el poder. Pero, es necesario instaurar el Ser en la discusión pues quienes más piden un cambio en la educación son los que menos comprenden cómo funcionan los procesos políticos en la enseñanza: Las familias quienes son los principales interesados en desarrollo de sus vástagos.
La educación se mide en éxito de gestión, pero este éxito no necesariamente está reflejado en la satisfacción de necesidades en el corto y medio plazo de los discentes. Y así, a partir de ir adoptando pedacitos de diversas políticas, programas y demás, la educación se ha convertido en un mosaico de objetivos en el que el que más sobresale es la adquisición de un título para continuar estudiando en el siguiente nivel y llegar al nivel más alto posible en la carrera vertical de los ratoncitos.
Si la educación no trasciende el esquema de la escalera social, el concepto de una nación no puede ser construido pues se trabaja bajo el paradigma de “sálvese quien pueda”. Hoy más que nunca la inserción de la solidaridad en la sociedad se hace tan necesaria como las competencias de lecto-escritura. En cuanto a políticas educativas hondureñas, es imperativo conocer la realidad y conocer al hondureño, pero, sobre todo, comprender la ciénaga política en la que el país discurre. Y, de esta manera encontrar un norte acertado, un rumbo ideológico que permita avanzar del paradigma de la división social con una educación repensada, actualizada y unificada en propósitos.
Si el título de una política educativa se encuentra mal redactado, los objetivos no serán adecuados y la metodología será ajena a lo que se persigue, produciendo entonces resultados que no aportan al propósito inicial. Es necesario insertar el aspecto cultural en las políticas educativas para trabajar con la forma de pensar de la sociedad y no solo desde objetivos trazados desde esquemas que funcionaron en otra parte.
Una política educativa nacional, trazada por hondureños que conocen la realidad y la manera de pensar. Orientada a un país sin esperanza para recuperar un sentido y propósito por el cual intentarlo. En la política educativa hondureña es necesaria la esperanza, de esta manera insertando un propósito para la existencia del ciudadano en el mediano plazo.
Mientras la distracción política mantenga en sueños el criterio de las masas, la degradación social será tendencia. Por ende, dentro de esta política se debe establecer que la educación en su concepción mas fundamental es la persecución del conocimiento para el crecimiento personal y espiritual. Este crecimiento espiritual que propende en la responsabilidad profesional y ciudadana en construcción permanente de solidaridad.
Podría pensarse en una política educativa que enseña desde la crisis: Aprovechar la oportunidad de enseñar desde la realidad para saltar del problema a la solución. De la crisis y el sufrimiento general podría surgir el sentido de nación.
Pero, el Estado paternalista construye ciudadanos mimados o sicofantes según el lado del sector político. Esta tendencia es el impulso para reiniciar el ciclo de degradación.
La política partidaria persigue la permanencia en el poder, y a través de la demagogia se trazan objetivos incoherentes e inflexibles que tienden a la irresponsabilidad. Estos objetivos cobran el precio del tiempo, el acrecentado resentimiento y echar por tierra una nueva generación de hondureños perdidos en una miasma de promesas que para ser asequibles se debe recurrir nuevamente a la estrategia del “sálvese quien pueda”.
La deficiencia educativa no se encuentra solamente en el salón de clases, está además en el espíritu de la sociedad. El vivir de prisa en un capitalismo tardío lleno de sus satisfacciones inmediatas prohíbe la construcción de una nación en el mediano plazo. El propósito común de las masas es fundamental para erradicar la polarización y la política mesiánica.
De esta manera y a modo de cierre, la escuela es un microcosmos en donde todas las políticas educativas van a morir como la marea a los acantilados. A partir de todo lo comentado en el texto, la escuela representa un pequeño universo donde las influencias políticas, vicios y complejos de sus actores se manifiestan de manera tácita y explícita. Esto es consecuencia de la realidad local y la forma en que los hondureños han aprendido a sobrevivir y es a través de este liderazgo tóxico que se permite la construcción de dirigencias amañadas que en consecuencia refuerzan el deterioro de la columna educativa.
Si la política partidaria persigue la permanencia en el poder a través de diversidad de intenciones y elucubraciones, el dirigente escolar replicará lo que funciona en el sistema, desautorizando con artimañas que llevan a un eterno conflicto que aumenta la división y la necesidad de los ratoncitos de subir la escalera social para intentar escapar del sistema, la realidad y el país.
En conclusión, es necesario despolitizar la educación para que esta recupere su propósito inicial el que, según Platón, radica formar ciudadanos virtuosos y sabios que sean capaces de contribuir al bien común de la sociedad. Ciudadanos quienes son capaces de realizar su potencial humano y de servir al estado. Un futuro distinto es posible.